Sin destino

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                      {15-6-2020}

Se subió aquel tren como había hecho tantas veces en su juventud, sin un destino fijado. En cualquier parada se bajaría y exploraría su entorno, así quizás, volvería a saber que deseaba hacer, decir y por cual camino decantarse. Nada mas se subió, se dio cuenta que no solo para ella había pasado el tiempo. El tren estaba cambiado, donde quedaron aquellos sillones de tres, tapizados en polipiel granate y con su barra de hierro a modo de pasamanos, con otro sillón enfrente, donde podías sentarte o tumbarte y poner las piernas encima del otro.

Ahora eran de uno, en tiradas de dos, tan altos los respaldos que perdía toda la esencia, para observar a sus pasajeros, e imaginar que seria cada uno de ellos, a que se dedicaban, adonde se dirigían, o si estaban enamorados, decididos, tristes, o en una vida plena, donde hacían lo que les gustaba, estaban con quienes querían y no tenían a nadie indicándoles que decisiones eran las mas acertadas para su vida.

Tantos giros había dado la suya propia, que se encontraba algo desubidicada, necesitaba encontrarse de nuevo. Mirando se en el reflejo de la ventana, esa que ahora no se podía abrir, para que entrase la brisa acelerada, se vio tal cual 30 años atrás, sola. Pero sin la voz autoritaria de aquellos a los que, en su juventud, la denigraron, callaron y volvieron miedosa. Sin saber que pasados los años, se retorcería por dentro para acallar bocas, por sus actos hechos a conciencia.

Algo por dentro le dijo, a la siguiente nos bajamos sin saber ni el nombre del lugar, no importaba. Debía encontrar su vocación, tantos empleos, tantas amistades, tantos conocidos, tanto de todo. Tantas veces, intento amoldarse a la sociedad, tantas veces dejo su opinión de lado para agradarla.

Mucho le había costado descubrir que le apasionaba, emocionaba y con que se entretenía, porque se aburría fácilmente.

Se quedo prendada, mientras se acercaba a la puerta, de aquel hombre tan alto, que parecía que también iba abandonar el tren en la misma parada, se quedó mirando sus manos, sus zapatillas atadas de lado con dos nudos, sonrió, porque ella hacia lo mismo, apoyaba su pie en su rodilla y así las ataba, al medio el lazo no se quedaba, jamás.

Bajo y se dispuso andar, termino debajo de un gran árbol, su copa era frondosa y fresca, cuantas especies vivirían allí, por el ajetreo de sus ramas y sus cantos, una gran variedad de seres.

Se quedo allí de pie, mirando arriba y alrededor, donde pudo observar que aquel majestuoso árbol era, tan grande como la plaza en la que se encontraba.

Detrás de si, una voz decía: Estas tensa, y antes de que pudiera contestar tenia posadas unas manos en sus hombros, las noto fuertes, rudas y cálidas, reconfortables, y por primera vez en muchos años, no tuvo miedo, sino paz.

Rosa ♡ 3condons.com